Hace tres años, en agosto de 2022, el Programa Universitario Amazónico (PUAM) fue fundado oficialmente en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito. Fue un gesto pequeño en apariencia, pero cargado de significado. Era la concreción de un proceso de escucha y discernimiento más amplio, nacido de la memoria viva del Sínodo para la Amazonía (2019) y del llamado a crear nuevos caminos para la educación superior intercultural, enraizada en la realidad de los pueblos amazónicos y en su sabiduría ancestral. No nació de un plan institucional mecánico, sino de un clamor profundo del territorio y de sus comunidades.
Hoy, al celebrar este tercer aniversario, sentimos que lo sembrado entonces sigue creciendo. El PUAM es todavía frágil y lleno de desafíos, pero también es una semilla de esperanza que ya comienza a dar frutos. Queremos con gratitud reconocer lo que hemos caminado, renovar la esperanza en lo que viene, y atrevernos a proclamar una palabra profética para los próximos pasos.
Gratitud: una memoria viva y agradecida
El primer sentimiento que aflora es la gratitud. Nada de lo que hoy existe habría sido posible sin tantas manos y corazones comprometidos. Agradecemos a las comunidades amazónicas que han compartido sus sueños y dolores, que nos han recordado que la educación no es un privilegio, sino un derecho y una herramienta de dignidad. Agradecemos a las universidades, redes eclesiales, organizaciones indígenas, financiadores solidarios y compañeros de camino que han creído en este proyecto cuando apenas era una intuición.
También agradecemos a la PUCE y a la Fundación CAMPUS, que acogieron el nacimiento institucional del PUAM. Ese gesto de hospitalidad nos permitió pasar de la inspiración a la encarnación. Agradecemos igualmente a la CEAMA, a la REPAM, a AUSJAL, a JWL, y a tantas instancias que han acompañado con confianza y discernimiento.
Y, sobre todo, agradecemos al territorio amazónico mismo, que es nuestro maestro y nuestra casa común. La selva, los ríos, los pueblos, las culturas diversas y la memoria ancestral nos recuerdan que somos servidores de un proceso que nos precede y nos sobrepasa.
Esperanza: una semilla que brota en tierra fértil
A tres años de camino, el PUAM ya no es solo un sueño. Tenemos un primer programa académico aprobado –GINTA: Gestión Integral del Territorio Amazónico– que expresa de manera concreta nuestra visión de una educación que integra saberes científicos y ancestrales, que articula ecología integral, gobernanza local y liderazgo comunitario. Contamos con Centros Comunitarios de Aprendizaje (CCA) en proceso de construcción y consolidación, que en alianza con las instancias eclesiales y comunitarias locales buscan convertirse en nodos territoriales de co-aprendizaje y transformación, más allá de la lógica de una simple extensión universitaria.
Estas son señales de esperanza. No porque estén libres de tensiones o fragilidades, sino porque muestran que otro camino es posible. Como bien hemos aprendido, el PUAM no está llamado a ser otra universidad más, sino una alternativa distinta, intercultural y sinodal, que desafíe las lógicas coloniales de la educación superior.
Nuestra esperanza no se mide en números ni en rankings, sino en rostros concretos: jóvenes y líderes de comunidades indígenas que accedan por primera vez a estudios universitarios sin dejar atrás su identidad; comunidades que reconozcan que su saber ancestral tiene el mismo valor que la ciencia académica; líderes que emerjan desde el territorio para incidir en procesos sociales, políticos y eclesiales.
Profecía: un llamado a seguir caminando
Pero este aniversario no puede quedarse en la nostalgia ni en la autocomplacencia. Nos corresponde también una palabra profética que nos sacuda y nos recuerde el sentido profundo de nuestro llamado.
El PUAM vive ahora una transición decisiva. Tras una primera etapa de escucha, sueños e identidad (2020–2024), hemos entrado en un tiempo de consolidación (2025–2027). Esto nos exige dar un salto hacia una mayor claridad institucional, una gobernanza sinodal más definida, una estructura financiera sostenible y una articulación más estratégica con redes nacionales e internacionales
El desafío es enorme: ¿cómo crecer sin perder lo que nos da vida? ¿Cómo lograr reconocimiento formal sin diluir nuestra voz profética? ¿Cómo consolidar estructuras sin sofocar la frescura del Espíritu? ¿Cómo seguir siendo fieles a los pueblos amazónicos y no convertirnos en una institución más que los margina?
Nuestra respuesta no puede ser solo técnica ni administrativa. El camino del PUAM es una opción ética y espiritual, inspirada en la pedagogía ignaciana: contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación, y en la Doctrina Social de la Iglesia
Esto significa que todo lo que hagamos debe nacer de la escucha profunda del territorio, encarnarse en experiencias concretas, pasar por un discernimiento compartido, transformarse en acciones de cambio y ser evaluado con humildad y apertura.
Los próximos pasos: un poliedro en construcción
Si la imagen de las instituciones tradicionales es como la de una torre Jenga, sacar y poner piezas con riesgo de que todo se derrumbe, la invitación del PUAM es a construir un poliedro, como lo ha propuesto el Papa Francisco: una figura que respeta la diversidad, donde cada cara es distinta, pero todas forman parte de un mismo cuerpo
El PUAM está llamado a ser ese poliedro amazónico: plural, intercultural, enraizado en el territorio y abierto al mundo. Para lograrlo, nuestros próximos pasos deben ser claros:
- Consolidar nuestra identidad fundacional como referencia viva de todo lo que hacemos. La interculturalidad crítica, el protagonismo territorial y la sinodalidad no son lemas, sino el corazón que nos sostiene.
- Fortalecer una gobernanza sinodal y descentralizada, con estructuras que sirvan a la misión y no la ahoguen. Queremos procesos donde las comunidades no sean solo beneficiarias, sino verdaderos sujetos de su historia.
- Asegurar la sostenibilidad institucional y financiera desde marcos éticos y territoriales, no desde la lógica del mercado. Nuestra legitimidad proviene de las comunidades, de las redes eclesiales y de la coherencia de nuestro testimonio.
- Promover un liderazgo colectivo y territorial, para que el PUAM no dependa de personas individuales, sino de una comunidad amplia de actores comprometidos con el futuro amazónico.
Conclusión: una palabra que sigue encarnándose
Al cumplir tres años, el PUAM no está terminado. Está en proceso de nacer cada día. Es como una planta pequeña que necesita cuidado, paciencia y valentía. La fragilidad que sentimos no es un defecto, sino señal de que estamos enraizados en un proceso vivo, que respira y se transforma.
Nuestra palabra hoy es de gratitud por el camino recorrido, de esperanza por los frutos que ya se vislumbran, y de profecía porque sabemos que mucho está aún por hacer.
La Amazonía nos sigue recordando que no somos dueños, sino acompañantes y aprendices de los que son guardianes de una vida mayor. Y el PUAM es, en última instancia, un pequeño signo de ese cuidado: un espacio donde educación, justicia social y fe se quiere encontrar para abrir caminos nuevos.
Que este aniversario sea, entonces, un renovar el compromiso de caminar juntos: ,universidades, comunidades, pueblos, Iglesia, redes y aliados, hacia un futuro donde la educación amazónica no sea un privilegio, sino un derecho vivido con dignidad.
El PUAM es todavía una semilla. Pero sabemos que, si permanece fiel al territorio y a su llamado fundacional, seguirá creciendo como un árbol fuerte, cuyas raíces profundas se hunden en la Amazonía y cuyas ramas se abren a nuevos caminos para el territorio, para la Iglesia y para una ecología integral.