“Mi sueño es llevar una esperanza que nuestro territorio sea respetado”.

Marglodis, lideresa del pueblo Kukama, Perú.

Desde los diversos territorios de la Panamazonía, mujeres y hombres alzan sus voces para defender lo que les pertenece: la tierra, el agua, la vida, sus raíces. En medio de amenazas como la minería, petróleo, el agronegocio, la deforestación, las actividades ilegales y el abandono estatal, estas voces nos invitan a ver sus luchas no solo desde lo jurídico y político, sino también desde su dimensión espiritual e intercultural.

La Cuarta Escuela para la protección, defensa y exigibilidad de los derechos humanos en la Panamazonía, realizada por REPAM, inició el pasado 3 de agosto del 2025 en Santa Cruz, Bolivia. Durante cuatro semanas, líderes, lideresas y sus duplas –agentes de pastoral, abogados y abogadas– participaron del proceso formativo que tuvo como objetivo aportar y fortalecer sus luchas. Pero, sobre todo, responder al clamor de los territorios: que la Iglesia sea una aliada en las luchas de los pueblos de la Panamazonía. Algo solicitado insistentemente durante el proceso del Sínodo de la Amazonía y recogido en el Documento final donde se menciona: “La Iglesia se compromete a ser aliada de los pueblos indígenas en la denuncia de los atentados contra sus vidas, los proyectos de desarrollo depredador, etnocidas y ecocidas, y la criminalización de los movimientos sociales.” (DF 43)

Lo cierto es que la conexión entre los y las participantes generó un ambiente de familiaridad, porque no solo se “entienden los casos”, sino que comparten y sienten junto con las diversas realidades. Este encuentro y escucha, permite sostenerse para no perder la fuerza en la lucha.

En el servicio prestado desde el PUAM para facilitar algunos de los temas de la semana, nos permitía ver cómo la defensa del territorio emerge como un clamor no solo urgente, porque la palabra urgencia queda corta cuando la vida de los pueblos indígenas y campesinos está en riesgo cada día. Porque hay estrategias de protección de sus territorios, pero las amenazas se incrementan, se apropian de forma ilegal de sus tierras y los presionan al abandono.

En la primera semana durante el módulo uno de la escuela, si bien escuchamos las diversas realidades atravesadas por presiones provocadas por intereses económicos y políticos, también escuchamos sueños. Esos sueños que nos animan a caminar, a no detener el paso, para que los territorios que así lo desean, se liberen algún día de la minería, los ríos contaminados puedan recuperarse, los invasores se retiren, y los procesos organizativos de base puedan hacerse escuchar y puedan ser garantizados sus derechos.

María del Mar Bosch, del Equipe Itinerante y parte del equipo facilitador de esta primera semana, lo expresaba con claridad: “La fuerza en la resistencia, está en el ministerio de la conexión, con nosotros, con nuestro pueblo, territorio, espíritus, con Dios, esto nos hace caminar”.

Y es que, en la escucha de cada realidad, se compartía una espiritualidad que nos llevaba a incrementar la esperanza, pese a que también sentíamos que la realidad panamazónica se desangra por todas partes. Esta es una esperanza que renace para que las instancias e instituciones que estamos al servicio de los pueblos de este territorio y que estamos colaborando y trabajando de forma conjunta, para que podamos adaptarnos a sus necesidades y asumamos con mayor valentía, ser verdaderamente aliadas en sus luchas. Como PUAM, tenemos el llamado de continuar construyendo una oferta académica desde la educación superior que sean fuente y herramienta para las comunidades más distantes y de menor acceso, que pueden estar en mayor situación de vulnerabilidad. Procesos que, en su aplicación, generen transformaciones. Pero, nos anima y desafía a pensar otras iniciativas que promuevan el ejercicio de la participación e incidencia local y panamazónico.

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